El retaule major de Santa Anna

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Fiestas patronales

El Retablo Mayor: recuperado del patrimonio de la memoria colectiva

Aún siendo, cúpulas y campanarios, elementos de referencia en nuestro paisaje, las iglesias rurales son las grandes desconocidas del patrimonio religioso valenciano. Se trata de edificios sencillos, con portaladas gruesas y bastas fronteras, de grandes ornamentaciones. No tienen la antigüedad de las viejas iglesias medievales y góticas ni la grandiosidad de los grandes edificios barrocos y neoclásicos del ámbito urbano valenciano. Sin embargo, a pesar de esto, estas iglesias tienen una significación especial, tanto por pertenecer a unos siglos, el XVII y el XVIII, de cambios fundamentales en nuestros pueblos después de la expulsión de los moriscos como por carecer, en general, de información documental que permita sus orígenes, los arquitectos y los retablistas que le dieran forma.

En este sentido, gracias a nuevas aportaciones documentales(1) presentamos una dato muy relevante: el maestro de obras de la iglesia de Santa Ana de Sella fue Jaume Congost, natural de Xàbia y con reconocidos trabajos en las iglesias de Salem, Banyeres, Benifallim, Castell de Guadalest y Agres. Congost trabajó en estos pueblos a la primera mitad del siglo XVIII, lo que no significa que el templo de Sella se construyera en esta época. Posiblemente se trate de una reforma, de más o menos entidad, o de la finalización de parte de los costes del edificio. Son aún dudas que habrá que ir aclarando mientras los documentos históricos aparezcan. En este punto, pero, posiblemente resida el principal obstáculo en el estudio de nuestra iglesia, poco documentada, sin los renombrado «Libros de Cuentas» en el archivo parroquial(2) y con la información escondida, o tal vez inexistente, en las cuentas de la baronía de los Calatayud y el archivo de la Catedral de Valencia.

Junto a la carencia documental, otra circunstancia de primer orden que se repite en las iglesias rurales de la comarca proviene de la sistemática destrucción de bienes eclesiásticos llevada a cabo en la Guerra Civil de 1936-1939. Estos sucesos fueron uno de los capítulos más traumáticos para la integridad del patrimonio artístico español y, en particular, para muchos pueblos pequeños que tenían en su templo parroquial auténticas obras de arte que hoy estarían salvaguardadas con las máximas figuras de protección.

Es más, para conocer la historia del templo los elementos artísticos son, para los expertos, fuentes de datación de primer orden. De esta forma, un buen historiador del arte puede deducir, a simple vista, lo que ya sabemos nosotros por otros textos: que la de Santa Ana se trata de una iglesia del siglo XVII o XVIII. Otros elementos decorativos y arquitectónicos o algunas referencias en el archivo parroquial, nos pueden dar nuevos datos puntuales de la construcción y reforma de este viejo edificio. Pero son unos avatares recientes, los de 1936, quienes marcan un punto de inflexión en Santa Ana, hasta el punto de que podemos hablar de la iglesia antes de la Guerra y después de ella.

Sin duda, la principal pérdida, la más sensible y la más prolongada en el tiempo fue la quema del altar mayor de la iglesia, una verdadera amputación del miembro principal del templo y una obra de arte del barroco de la que no hemos encontrado, hasta ahora, ninguna fotografía. Como este 2006 ha sido declarado año de la memoria histórica, pensamos que es un buen momento para hacer hablar a los más mayores, los últimos testigos del que fue el altar mayor de Santa Ana (3). Su imagen mental, distorsionada con los años pero muy sentida por cada uno de los entrevistados, es un recuerdo en peligro de extinción, como otros tantos, y que es necesario recoger antes de que desaparezca con ellos y nunca sepamos exactamente como quisieron nuestros antepasados que la iglesia fuera concebida para gozo de sus descendientes.

Lejos de lo que se pueda pensar, la construcción de un retablo no era una cuestión secundaria, ni sencilla ni barata. Era obra de artistas de renombre, famosos escultores y carpinteros que tenían la misión de crear un elemento llamado a ser la referencia del templo. A pesar de eso, el autor, por ahora, un completo desconocido. Gracias a las descripciones aportadas, muchos aspectos estructurales y decorativos del retablo de Sella parecen coincidir con los también desaparecidos de Relleu y el Castell de Guadalest. En estos pueblos vecinos los capítulos de construcción fueron redactados por el tallista de Simat de la Valldigna Joaquín Verdú, pero solo se trata de una conjetura, una posible pista que habría que verificar.

Lo que ahora aportamos, solo es un croquis realizado a partir de las descripciones ofrecidas por los entrevistados, y un planteamiento metodológico que nos puede ser para muchos aspectos relacionados con nuestro patrimonio. Se trata simplemente de que recuerden, dentro de sus posibilidades, aquellos elementos del altar que más les llamara la atención, así como una visión de conjunto que diera la vista al dibujo que presentamos. Para facilitar esta labor, en ocasiones se utilizaran fotografías de otros altares barrocos alicantinos, extraídas del libro de Inmaculada Vidal (4). Obviamente, muchas descripciones coincidieron en aspectos básicos del altar, lo que nos permite ofrecer una descripción resumida de algunas características:

Pablo Giménez Font (Llibre de Festes de 2006)

Apunte del retablo mayor de Santa Ana, una obra de principios del siglo XVIII

  • El retablo era completamente de madera, decorada con pan de oro y en algunas partes, policromada (se recuerda el color verde). Las columnas eran cuatro, separadas entre sí, en roscadas y con vistosos relieves florales («eran como flores que se enroscaban»).
  • La imagen de Santa Ana estaba enmarcada con relieves de madera dorada y rodeada en su hornacina por unas fueres de relieves, que parecían como «brevas» o lágrimas».
  • Existía una persiana de madera, con un dibujo de Santa Ana, que cerraba esta misma imagen. La abertura de la persiana, con un sonido característico («tac-tac-tac») era celebrada con gran gozo por los niños, que en ocasiones hacían palmas. En la Novena de los Dolores, Santa Ana era relevada por Nuestra Señora de los Dolores.
  • El altar estaba unido al retablo, porque el cura daba las misas de espaldas a la gente.
  • Existían dos puertas a cada lado que accedían a la trasera del retablo. Quizá este estuviera aislado de la pared para evitar el contacto con la humedad, como actualmente ocurre. La disposición del retablo, hacía que las puertas difícilmente se veían.
  • Dos figuras, posiblemente ángeles, culminaban las columnas. También se ha hablado de más figuras, puede ser que fueran cuatro, correspondientes a cada columna.
  • Fuera del retablo, sobre dos altares San Vicente Herrero y San Antonio del Porquet, uno a cada lado.
  • La parte alta del retablo es la menos clara. Los entrevistados no recuerdan bien como era esta y existen algunas contradicciones al respeto. Para el dibujo hemos utilizado elementos de Guadalest, con diseño bastante semejante, que fuere dibujado después de algunas correcciones.

NOTAS:

  1. El dato aparece en una reciente publicado facsímil sobre la iglesia de Guadalest. Libro de cventa y razón de los haveres y limosnas que entran al poder de la administración de la Iglesia parroquial de la villa de Guadalest para su reedificación que comienza en este año de 1740. Ed. a cargo de Pedro Martínez Solbes. Ayuntamiento de Guadalest, 2005.
  2. Los más antiguos «Libros de Cuenta y Fábrica» encontrados hasta ahora son de 1920.
  3. Nuestro sincero agradecimiento a los entrevistados: Amparo Cerdá, Natividad Martínez, Ramona García, Josefina Sebastiá, Maria Teresa Pérez Bou, Maria Herrero, José Olcina, Encarnita Ferrer.
  4. Vidal Bernabé, I.: Retablos alicantinos del Barroco (1600-1780). Universidad de Alicante-Cajade Ahorros Provincial, 1990, 325 pp